¿Cómo es ir al cine en Francia?

Si eres venezolano, nuevo en Francia, seguramente te has preguntado ¿Cómo es ir al cine en Francia? Descubre las peculiaridades de la experiencia cinematográfica francesa: horarios, costumbres y diferencias culturales del séptimo arte

VIDA EN FRANCIA

2/7/20256 min leer

¿Alguna vez se han preguntado cómo es hacer algo tan cotidiano como ir al cine, pero en otro país? Seguramente muchos pensarán que es exactamente igual en todas partes. Después de todo, ¿qué tan diferente puede ser sentarse en una sala oscura a ver una película? Permítanme contarles por qué esta experiencia aparentemente mundana se convierte en toda una aventura cultural cuando eres un inmigrante en Francia.

El ritual de comprar las entradas

Lo primero que debemos entender es que los franceses tienen una relación casi religiosa con el cine. No en vano fueron los hermanos Lumière quienes inventaron el cinematógrafo (y si algún día visitan Lyon, no dejen de ir al museo que lleva su nombre). O también pueden ver el video que subí en mi canal: ¿Donde nació el cine?

Cuando llegué a Francia, una de las primeras cosas que me sorprendió fue descubrir que ir al cine aquí es considerado una actividad cultural seria. Tan seria que el gobierno subsidia las entradas para los jóvenes y existe algo llamado "Pass Culture" que te permite acceder a eventos culturales, incluyendo el cine, de forma gratuita o con importantes descuentos.

Pero vayamos por partes (como diría Jack el Destripador).

Lo primero que noté fue que, a diferencia de Venezuela (y muchos otros países), aquí la gente suele comprar sus entradas con días de anticipación. Y no, no estoy hablando de estrenos de Marvel o Star Wars. Me refiero a películas normales, del día a día.

La primera vez que intenté comprar entradas un sábado por la noche para una película francesa que llevaba semanas en cartelera, me llevé la sorpresa de que estaba completamente llena. Aprendí por las malas que hay que planificar (como casi todo en Francia).

La guerra de las aplicaciones

Otro detalle interesante es la cantidad de aplicaciones y tarjetas de fidelidad que existen para ir al cine. UGC, Pathé, MK2, cada cadena tiene su propia app y su propio sistema de puntos y beneficios. Al principio me pareció una locura tener que descargar tres aplicaciones diferentes solo para ir al cine, pero eventualmente entendí que cada una tiene su "personalidad".

Por ejemplo, si quieres ver el último blockbuster americano en IMAX, probablemente terminarás en un Pathé. ¿Buscas una película independiente iraní subtitulada en francés? MK2 será tu destino. Es como si cada cadena tuviera su propio "público objetivo" (perdón por el término de marketing, pero es que aplica perfectamente).

El sagrado momento de las cotufas (o la ausencia de ellas)

Aquí viene uno de los choques culturales más fuertes para cualquier latinoamericano: los franceses no son muy dados a comer durante la película. La primera vez que fui al cine con mi esposa, nos miramos con horror cuando empezamos a comer nuestras cotufas (palomitas de maíz, crispetas, popcorn) y todos empezaban a mirarnos de forma extraña.

Y es que aquí, especialmente en los cines más "culturales", comer durante la película es visto como una falta de respeto al séptimo arte. Por supuesto, esto no aplica tanto en los multiplex más comerciales, pero aun así, la selección de snacks es mucho más limitada que en América Latina. Además que la experiencia de comprarlos, es un tanto “deshumanizada” si se quiere, ya que el 99% de los productos (incluidas las cotufas) ya están hechos, y en estantes, para simplemente agarrar lo que uno quiere y pagar.

La puntualidad (o el concepto francés del tiempo)

Otro aspecto fascinante es el tema de la puntualidad. En Francia, cuando la película está anunciada para las 20:15, significa que a las 20:15 COMIENZA LA PELÍCULA. No los comerciales, no los tráilers, LA PELÍCULA.

La primera vez que llegué "a tiempo" (es decir, 5 minutos antes de la hora anunciada), me encontré con que ya había perdido los primeros 10 minutos de la película. Aprendí que hay que llegar al menos 20 minutos antes para ver los tráilers (que aquí llaman "bandes-annonces") y poder acomodarse tranquilamente.

El intermedio que no existe

Algo que extraño enormemente de Venezuela es el intermedio en las películas largas. Aquí simplemente no existe ese concepto. Si la película dura 3 horas, te quedas sentado 3 horas (otra razón más para pensártelo dos veces antes de comprar esa bebida grande).

La primera vez que vi una película de más de 2 horas y media, estaba esperando ansiosamente el intermedio para ir al baño. Grande fue mi sorpresa cuando me di cuenta de que tendría que aguantarme o perderme parte de la película.

La experiencia lingüística

Como inmigrante, ir al cine se convierte en una experiencia lingüística fascinante. En Francia, tienes generalmente tres opciones: versión original subtitulada (VO), versión doblada al francés (VF), o versión original francesa.

Al principio, cuando mi francés era todavía básico (bueno, más básico que hoy en día), me encontraba en situaciones hilarantes donde iba a ver películas en inglés (que entiendo perfectamente) con subtítulos en francés (que apenas entendía). Era como un ejercicio de gimnasia mental: escuchaba en inglés, leía en francés, y mi cerebro hacía malabares tratando de procesar todo.

El público francés

Pero quizás lo más interesante de todo es el comportamiento del público francés durante la película. El silencio es ABSOLUTO. Nada de comentarios en voz baja, nada de risitas, nada de ruido de bolsas de papitas (que de todas formas casi nadie come).

Recuerdo una vez que estaba viendo una película de acción (Parque Jurásico) y se me escapó un pequeño grito en una escena particularmente sorpresiva. Las miradas de desaprobación que recibí me hicieron sentir más miedo que la película en sí.

El debate post-película

Ah, pero cuando termina la película, ahí es cuando los franceses se transforman. De repente, todo el mundo tiene una opinión que DEBE ser expresada. No es raro ver grupos de personas discutiendo acaloradamente sobre la película en el vestíbulo del cine, analizando cada detalle, cada subtexto, cada decisión del director. Quizás para nosotros los venezolanos, el análisis de la película duraba unos 10 minutos, en el trayecto en el carro, regreso a casa.

He sabido de grupos de franceses, donde la discusión sobre la película duró más que la película misma. Y no estoy exagerando. Terminan en un café cercano, debatiendo sobre el significado de una escena en particular durante largo rato.

Las sorpresas culturales

A veces, las diferencias culturales se manifiestan en los momentos más inesperados. Por ejemplo, aquí es completamente normal que una película termine y nadie se levante de su asiento hasta que han terminado todos los créditos. La primera vez que intentamos levantarnos apenas aparecieron los créditos, mi esposa me agarró del brazo y me susurró: "¡Espera, nadie se está parando del asiento!".

Y tiene sentido, ¿no? Los franceses ven el cine como un arte, y así como no te levantarías en medio de un concierto de música clásica, tampoco te levantas hasta que han terminado los créditos de una película.

El precio de la cultura

Un aspecto que no puedo dejar de mencionar es el tema del precio. Viniendo de Venezuela, al principio me parecía una locura pagar 12 o 13 euros por una entrada de cine. Sin embargo, rápidamente descubrí que existen múltiples formas de hacer esta actividad más accesible. Cabe destacar que las salas están generalmente impecables, con asientos muy cómodos y bien cuidados, además de contar con baños sumamente limpios.

Las famosas tarjetas de fidelidad tipo "illimité" (que te permiten ver todas las películas que quieras por un precio mensual fijo) son una institución en Francia. Es como tener Netflix, pero para el cine. Y si eres menor de 26 años, estudiante, o tienes el Pass Culture, las opciones son aún más económicas.

La conclusión (o lo que he aprendido)

Después de varios años viviendo en Francia, he llegado a apreciar profundamente esta forma diferente de experimentar el cine. Como todo en la vida del inmigrante, se trata de adaptarse y encontrar belleza en las diferencias.

¿Es mejor o peor que en Venezuela? No es cuestión de mejor o peor, es simplemente diferente. Como dice el refrán francés: "Autres pays, autres mœurs" (otros países, otras costumbres).

Lo que sí puedo decir es que esta experiencia me ha enseñado a ver el cine de una manera diferente. Ya no es solo un entretenimiento, es una experiencia cultural completa. Y quizás esa sea una de las lecciones más valiosas que he aprendido como inmigrante: que hasta las actividades más cotidianas pueden convertirse en ventanas hacia el entendimiento de una nueva cultura. Como siempre, espero que este artículo les haya resultado útil y entretenido. Y recuerden: a veces las experiencias más simples son las que más nos enseñan sobre nuestra nueva vida como inmigrantes. Hasta la próxima.

Si disfrutaste de este artículo, te agradecería que se lo reenviaras a algún amigo a quien le pueda interesar. Muchas gracias.