El duelo migratorio: ese vacío que nadie ve, pero que pesa todos los días
Conoce cómo afrontar el proceso del duelo migratorio: ese vacío que nadie ve, pero que pesa todos los días, desde una mirada optimista y enfocada en avanzar en Francia sin perder tu esencia venezolana.
REFLEXIONESMIGRACION
4/25/20253 min leer


Emigrar no es solo hacer maletas, cruzar fronteras y comenzar una nueva vida. Emigrar es también —aunque no siempre lo admitamos— dejar atrás una parte de ti. Es un proceso tan profundo y complejo que, aunque tengamos todos los papeles en regla y el corazón lleno de ganas, se siente como un duelo. Uno silencioso. Invisible. Pero constante.
Sin embargo, como todo duelo, este también puede convertirse en una oportunidad de renacimiento.
¿Qué es el duelo migratorio y por qué nadie habla de él?
No todos los venezolanos que han emigrado entienden lo que les está pasando. De repente, estás en un país seguro, limpio, con servicios que funcionan, panaderías espectaculares, ciudades organizadas… y aun así, algo se siente raro. Falta algo.
Ese algo es parte de ti. Porque el duelo migratorio no se trata solamente de lo que dejamos, sino de lo que sentimos al dejarlo. Es la ruptura con nuestra zona de confort emocional: la comida de mamá, los amigos de siempre, los domingos con café y Globovisión de fondo (aunque ni lo vieras), el clima, las palabras, la bulla, hasta el caos.
Y claro, eso no se cura con papeles, ni con seguridad social, ni con paseos a la Torre Eiffel.
El peso de lo invisible
Hay días en los que no lo piensas. Vas al trabajo, haces tus diligencias, hablas en francés (a veces con acento, a veces sin miedo), y la vida parece estar bien. Pero de pronto, te llega un mensaje por WhatsApp con una foto de un desayuno criollo, o ves un video de tu ciudad natal en Instagram, y ¡zas! Todo vuelve. Como si el alma se sacudiera.
Es ese instante en el que sientes que vives entre dos mundos. Uno que ya no existe del todo para ti, y otro al que todavía no terminas de pertenecer.
Pero aquí viene lo importante: no estás roto, estás en transformación.
Aceptar para avanzar: cortar el cordón (sin culpa)
Muchos de nosotros mantenemos un lazo emocional tan fuerte con Venezuela que, aunque vivamos en Francia desde hace años, no nos damos el permiso completo de echar raíces aquí. Es como si quisiéramos vivir en pausa, “hasta que Venezuela mejore”. Como si estuviéramos aquí solo por mientras. Y no. Estás aquí. Hoy. Viviendo, sintiendo, creciendo.
Cortar ese cordón no significa olvidar, ni traicionar, ni dejar de querer tu país. Significa aceptar que tu vida ha cambiado, que mereces vivirla plenamente y con libertad. Eso también es amor propio.
Porque si no lo haces, seguirás sintiéndote dividido: ni completamente aquí, ni completamente allá. Y eso, a largo plazo, no es sano.
Lo que ganas cuando decides echar raíces en Francia
Aceptar tu nueva realidad con alegría te permite:
Construir nuevas tradiciones: tal vez ya no tengas hallacas en diciembre, pero sí raclette con amigos. Y eso también puede ser especial.
Crear una nueva versión de ti mismo: más fuerte, más libre, más capaz.
Conectar con otras culturas sin perder la tuya.
Sentirte en paz: porque cuando dejas de pelearte con lo que fue, puedes abrazar lo que es.
Y eso no significa que no extrañes. Claro que vas a extrañar. Pero ahora la nostalgia no te paraliza. Te acompaña, sin dominarte.
¿Cómo se corta el cordón emocional sin romper con lo que somos?
1. Deja de hablar de “volver algún día” como única salida. Tal vez sí, tal vez no. Pero vive tu presente.
2. Haz las paces con tu decisión de emigrar. Fue valiente. Fue dura. Fue necesaria.
3. Permítete crear nuevas rutinas y tradiciones. No para olvidar, sino para sumar.
4. Rodéate de gente que te inspire a crecer aquí. No solo de los que repiten que “esto no es como Venezuela”.
5. Celebra tus avances. ¿Ya entiendes el sistema de salud? ¿Te orientas solo en el metro? ¿Te piden consejos nuevos migrantes? Bravo. Estás más integrado de lo que crees.
Un futuro más liviano
Vivir con el corazón en pausa es vivir a medias. Y tú mereces una vida completa. Con nostalgia, sí. Pero también con gozo, con ganas, con propósito.
El duelo migratorio no se supera olvidando, sino integrando. No se trata de borrar a Venezuela, sino de hacerle espacio a Francia sin culpa. De entender que tu historia no termina al cruzar el océano: apenas empieza a escribirse con nuevos colores.
Y aunque nadie vea ese vacío que cargaste por tanto tiempo, un día sentirás que ya no pesa igual. Que puedes caminar más ligero. Que puedes mirar hacia adelante sin mirar atrás a cada paso.
Porque cuando haces las paces con tu nueva vida, el duelo deja de ser una pérdida… y se convierte en libertad.
Hace tiempo hice un video en mi canal, en donde toqué este tema. Por favor échale un vistazo aquí, y si te gusta, envíalo a un amigo a quien pueda resultarle interesante.