El efecto preaviso

Seguramente has experimentado esa interesante sensación, cuando has metido la renuncia en un trabajo pero te toca seguir yendo algunos días, poraue asi lo exije tu contrato. Bienvenido al efecto preaviso.

REFLEXIONES

1/27/20253 min leer

Este es un tema sobre el cual he escrito en varias ocasiones. Creo que la primera vez, fue en mi libro “Una vida en 5 años”.

La cosa va más o menos así: cuando estamos en un trabajo que no nos gusta, nos amargamos con facilidad, dejamos que la desesperanza y los pensamientos oscuros nos dominen. Nos sentimos constantemente abatidos y no vemos la hora de poder cambiar de trabajo.

Si hay algún compañero al cual detestamos, contamos los minutos y las horas que faltan para ya no tener que verlo (o verla) más, y no tener que soportar sus estupideces. Los inútiles procedimientos burocráticos de la empresa, simplemente ya no los soportamos más. Y ni hablar del jefe… Una persona que está en ese cargo quizás por suerte, o por conocer a alguien de la directiva, pero quien, a todas luces, no está capacitado para ese cargo. ¡Y mucho menos para estar por encima de mí! En fin, si odiamos nuestro trabajo, cada día que nos toque asistir será un verdadero martirio.

Hasta que un maravilloso día, nuestra búsqueda incesante, nuestros cientos de correos enviados a las distintas agencias de empleo, dan fruto y nos llega la tan esperada respuesta: tendremos una entrevista.

Mágicamente, aparece una pequeña luz al final del túnel: tenemos una oportunidad de salir de ese infierno. Conforme pasan los días, continuamos yendo a trabajar, pero con esa emoción de que estamos cada vez más cerca de lograr salir de allí.

Llamadas van, llamadas vienen, entrevistas y más entrevistas. Finalmente nos llega ese correo tan ansiado: tenemos el trabajo.

Es allí cuando cambia todo. Con gran determinación y aplomo, imprimimos esa carta de renuncia que teníamos hace meses en la computadora, esperando a que se le colocara la fecha y la firma. Y vamos a la oficina del jefe a entregársela en sus manos.

Antes de entrar a su oficina, sentimos el peso del mundo sobre nuestros hombros. Durante la breve conversación, nuestra mente ya no está allí. Hablamos, pero no estamos siquiera escuchando las palabras que salen de nuestra boca. Es como si viéramos una película de nosotros mismos, en la distancia. Al salir de esa odiada oficina, nos sentimos tan livianos que pensamos que podríamos salir volando si no tenemos cuidado.

Y es en ese preciso momento, que comienza el efecto preaviso.

Todas las cosas que nos tenían hartos, molestos y obstinados, siguen pasando. Nada ha cambiado… ¿O sí? Pues resulta que ya NADA NOS IMPORTA. Todo cuanto nos hacía rabiar y querer reventar la computadora, ahora nos da hasta risa. Porque una voz interior nos recuerda que, dentro de no muchos días, ya no estaré más aquí, ya no tendré que lidiar más con esta mierda.

Las fallas siguen estando allí, los compañeros insoportables, los interminables procesos y reuniones fútiles seguirán ocurriendo. Y nosotros seguiremos asistiendo, pero con otra actitud. La actitud de quien ya todo le da igual, porque tiene sus días contados en ese lugar.

Ahora pensamos en esas pequeñas vacaciones de una semana que hemos cuidadosamente coordinado, entre el fin de un trabajo y el inicio del otro. Además, con el dinero de la liquidación. Podremos descansar, dormir, relajarnos un poco y ponernos al día con tantas cosas que teníamos pendientes por hacer.

Llegamos a un estado, de no dejar que las cosas nos afecten al punto de amargarnos la existencia. Y es justo aquí donde quiero hacer una reflexión: toda nuestra vida es un PREAVISO.

Lo repetiré nuevamente: TODA NUESTRA VIDA ES UN PREAVISO. Cualquier situación por la que estemos pasando: en lo personal, lo amoroso, lo financiero, lo emocional, no importa lo terrible que sea, en algún momento va a terminar. La famosa frase “Esto también pasará”, no podría ser más cierta.

Los estoicos utilizan la expresión “Memento mori” para recordar cada día, que todos vamos a morir. Es ese nuestro preaviso: garantizado aunque sin fecha. Es nuestra única certeza en el mundo, desde que nuestro corazón produce su primer latido aun en el vientre materno. Así que, mi consejo es no dejar que las situaciones nos amarguen, nos agobien y nos hagan infelices, por horribles y fatídicas que parezcan.

“La vida no es más que un pestañeo entre dos eternidades”.

Si disfrutaste de este artículo, te agradecería que se lo reenviaras a algún amigo a quien le pueda interesar. Muchas gracias.