Nunca es tarde para reinventarnos
A veces pensamos que ya estamos muy viejos para reinventarnos. O que esto representaría un retroceso en vez de un avance hacia un mejor futuro. Nada más alejado de la realidad.
AUTOAYUDA
2/23/20255 min leer


A pesar de tener una carrera universitaria (soy egresado de la escuela de ingeniería mecánica de la Universidad Metropolitana) y un oficio (egresado de la escuela de artes culinarias La casserole du Chef), mi vida laboral se ha paseado por muchos ámbitos.
Mas allá de esas 2 carreras que mencioné, he trabajado ampliamente en áreas como ventas, seguros, atención al cliente, y esto sin mencionar los múltiples (quizás mas de los que pueda recordar) emprendimientos, algunos exitosos, otros no tanto. He emprendido en el área de la construcción (más específicamente las remodelaciones), en la elaboración de alimentos no solo para consumo humano, sino para mascotas, he sembrado, criado gallinas, fabricado abono para plantas, he dado clases de inglés, de informática, he hecho asesorías para atletas en Powerlifting, en fin, he rodado.
Verán, cuando se tienen menos de 30 años y se tiene un titulo bajo al brazo, solemos pensar que la vida ya esta resuelta, ya esta escrita: tenemos nuestra carrera, nuestro trabajo “estable” asegurado y de ahí en adelante, todo será cuesta abajo. Sencillo. Simplemente trabajar algunos años, ir ascendiendo en una buena empresa, comprar su casa, casarnos, formar una familia, etc.
Es el guion con el que fuimos criados, bien sea bajo el ejemplo de algún familiar cercano, o por simple marketing de eso que han llamado la “rat race” (o la carrera de las ratas).
Sin embargo (y pienso que allí radica la belleza de la vida), la gran mayoría de las veces, esta nos tiene reservados unos divertidos planes, que rara vez se ajustan a la perfección a nuestro plan inicial.
El mejor ejemplo, es la debacle político social que vive nuestro país desde hace 25 años, la cual ha llevado a no miles, ni cientos de miles, sino a MILLONES de compatriotas, a irse a probar suerte en otros países.
Y es allí cuando la famosa reinvención entra en juego. Porque existen dos tipos (a mi criterio) de reinvenciones: la que se hace por libre albedrio, porque simplemente nos provocó reinventarnos a cierta edad, cansados quizás de una monotonía, o impulsados por salir de nuestra zona de confort para afrontar nuevos retos, y luego está la otra, que es la reinvención POR NECESIDAD. Por simple instinto de supervivencia.
Y es allí, cuando vemos a profesionales del derecho haciendo UBER, a colegas ingenieros siendo porteros en un hotel, actores y actrices trabajando limpiando piscinas o como embaladores en almacenes de Amazon, y pare usted de contar.
Para algunos es fácil y clara la situación: es algo temporal que se debe hacer, para sobrevivir, para avanzar y para echar adelante nuestras familias. Y lo llevan a cabo con entereza, con buena disposición y excelente ánimo, a sabiendas de que mas temprano que tarde, todo ira mejorando.
Sin embargo, hay otro grupo de personas para quienes este cambio, representa un duro golpe a su ego, y dicho golpe termina por quebrar su autoestima.
“¿Yo, quien fui gerente regional de tal empresa, crees que ahora voy a cambiar pañales a viejitos cagalitrosos? Ni lo sueñes.”
“Yo di clases de postgrado en una de las universidades más prestigiosas de mi ciudad. ¿En verdad crees que ahora lavaré platos en una pollera? Olvídalo. Yo no nací ese día.”
Y así podría compartirles miles de ejemplos.
Sumémosle a esto el hecho de que, en muchas ocasiones, este cambio radical de profesión viene acompañado por una disminución (a veces leve, a veces profunda) en nuestra calidad de vida: pasamos de ser propietarios de amplios y cómodos apartamentos, a quizás ahora ser locatarios en minúsculos pisos. Antes teníamos uno o mas carros, ahora a lo sumo una bicicleta. Y si adicionalmente añadimos a esta lúgubre ecuación el hecho de tener que aprender desde cero un nuevo idioma, porque no podemos comunicarnos con facilidad, pues estamos en presencia de un coctel fatídico para sumirnos (en el mejor de los casos) en una depresión leve.
Y es aquí donde quiero hacer un llamado a la reflexión y a la esperanza: nunca es tarde para reinventarnos.
A pesar de lo que pueda parecer, nosotros no estamos empezando desde cero. Traemos un bagaje que nos ha preparado y equipado para avanzar, para progresar incluso con más facilidad que otros. Simplemente es cuestión de tener el foco donde lo tenemos que tener. Es una situación temporal, completamente normal y que lejos de degradarnos, nos está nutriendo como personas.
A manera de ejemplo personal, les cuento un poco de mi propia experiencia. (Si quieres adentrarte en mi vivencia personal como migrante, lee mi libro “Una vida en 5 años”).
Al llegar a Francia en 2021, por el mismo tema de no dominar el idioma, me vi obligado a trabajar en cocina (área en la cual tenia amplia experiencia). Ya que fue sumamente fácil trabajar en restaurantes donde se hablaba inglés, español, italiano, etc. Es decir, el francés nunca fue una limitación. Esto trajo consecuencias positivas y negativas al mismo tiempo: por un lado pude empezar a generar ingresos a los 2 días de tener mi permiso de trabajo (una gran tranquilidad). Sin embargo, la otra cara de la moneda, es que al pasar los años, cada vez me fui viendo atrapado en un rubro en el cual definitivamente ya no deseaba trabajar más, pero sin posibilidades reales de cambiarme a otro, por no poderme comunicar en francés. Pues simplemente los horarios de cocina, amén de ser en extremo agotadores, no dejan tiempo para asistir a clases.
Afortunadamente, este país cuenta con opciones que permiten acceder a lo que llamamos “empleos de inserción” los cuales (tal y como lo indica su nombre) nos permiten reinsertarnos progresivamente en el mercado laboral.
¿Cuál es el precio a pagar? Como todo en esta vida, esta reinserción también tiene un precio: generalmente son trabajos a tiempo parcial (lo cual de plano ya nos hace ganar menos que a lo que estábamos habituados) y también empezaremos quizás en el más bajo escalafón de los niveles de jerarquía dentro de la organización.
Así, de la misma manera en que me debí reinventar a mis 50 años, recién llegado a Francia, siendo un cocinero inmigrante con cero nivel de francés; pues ahora, a menos de 1 mes de cumplir 54 años, me estoy estrenando como aprendiz de técnico de reparación de bicicletas. En un sitio donde el 95% de la comunicación cotidiana es en francés, donde a veces me le quedo viendo la cara al jefe mientras me habla, durante varios segundos, para después decirle:” Lo siento, no entendí nada. ¿Podría repetirlo?”.
Es duro, a veces la frustración casi se convierte en llanto, pero la fuerza interior es más grande y uno termina entendiendo que es un proceso por el que todos debemos pasar.
Ánimo para todos.
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