Rubby Pérez: la voz del merengue que siempre nos hizo volver…

La muerte de Rubby Pérez conmueve al mundo. En “Rubby Pérez: la voz del merengue que siempre nos hizo volver…”, recordamos su legado y su conexión con Venezuela.

ANALISIS

4/10/20253 min leer

Estoy seguro de que tú también bailaste un diciembre con ‘Volveré’. Con una tía, con tu mamá, con una cerveza en la mano o con el corazón roto. Porque donde sonaba Rubby Pérez, ahí había un pedazo de Venezuela.

La noticia nos partió el alma. El 8 de abril de 2025, falleció Rubby Pérez, uno de los íconos más grandes del merengue, durante un concierto en la discoteca Jet Set de Santo Domingo, cuando el techo del local colapsó trágicamente. Tenía 69 años. Fue un accidente devastador, que dejó más de 124 muertos, pero que también dejó un vacío enorme en el corazón de toda una generación latinoamericana… y especialmente de nosotros, los venezolanos.

Una voz que nos acompañó siempre

Rubby Pérez no fue “un cantante más”. Para quienes crecimos en Venezuela, Rubby fue la banda sonora de nuestras fiestas, nuestras despedidas y hasta nuestras penas de amor.

No importa si emigraste hace veinte años o hace apenas dos… seguro en tu equipaje te trajiste alguna canción suya. Y cada vez que suena, algo se te mueve por dentro.

Es que Rubby tenía una voz que no se parecía a nada. Tenía fuerza, tenía alma. Tenía esa energía dominicana que nos pegaba en la piel, pero con un toque tan nuestro que uno juraba que había nacido en Maracay o en San Cristóbal.

¿Quién fue Rubby Pérez?

Nació en 1956 en Bajos de Haina, República Dominicana. Quiso ser pelotero, pero un accidente de tránsito truncó sus sueños deportivos. A cambio, nos regaló una carrera musical impresionante.

Estudió en el Conservatorio Nacional y, en los años 80, se unió a la orquesta de Wilfrido Vargas. Ahí lo escuchamos por primera vez con temas como Volveré, El Africano, y Cobarde, Cobarde. Pronto su nombre se volvió leyenda.

Como solista, Rubby brilló. Con éxitos como Enamorado de ella, Hazme olvidarla, Buscando tus besos, y Cuando estés con él, se ganó un lugar en la historia del merengue… y en nuestro corazón.

Venezuela: su segunda casa

Rubby Pérez amaba a Venezuela, y Venezuela lo amaba a él. Se presentaba constantemente en Caracas, Maracaibo, Valencia, Puerto Ordaz. Participó en Súper Sábado Sensacional, en Fiesta Fiesta, y hasta en las verbenas del pueblo más pequeño.

Lo escuchábamos en la radio, en la playa, en la cola del supermercado. Y aunque era dominicano, nosotros lo adoptamos como nuestro.

En una entrevista dijo:

“Venezuela me dio tanto amor que yo me siento como en casa. De hecho, a veces ni me siento extranjero.”

Y ese sentimiento era mutuo. Lo veíamos cantar y era como ver a un primo que venía de visita en diciembre. Se fue en escena, como los grandes

El día que murió, Rubby estaba haciendo lo que más amaba: cantar. El colapso del techo del Jet Set fue una tragedia que enluta a todo el Caribe. Pero hay algo poderoso en eso: se fue de pie, cantando, en tarima… como los que no se rinden nunca.

Wilfrido Vargas, su viejo amigo, lo dijo con lágrimas en los ojos:

“Rubby fue una fuerza de la naturaleza. La mejor voz que ha tenido el merengue.”

Y nosotros, desde donde estemos —Francia, Estados Unidos, o cualquier rincón del mundo donde haya un venezolano nostálgico— también lloramos su partida.

Un legado que suena como diciembre

Rubby Pérez deja una discografía poderosa. Pero más allá de sus discos, deja algo que no se puede medir: el recuerdo de una época donde todo era más sencillo, donde un merengue podía curarte el alma.

Cada vez que escuchamos Volveré, nos transportamos a ese momento. A la fiesta en la casa del abuelo, al reencuentro con los panas, a la pista de baile en una boda venezolana. Y eso, Rubby, no se olvida nunca. Desde Francia, te seguimos escuchando, Rubby

Muchos de los que estamos fuera de Venezuela usamos la música para sobrevivir. Para no olvidar de dónde venimos. Para seguir bailando a pesar de las distancias, el frío, la burocracia o la soledad. Rubby Pérez era parte de esa medicina. De ese ancla que nos conecta con nuestras raíces.

Así que, donde quiera que estés, gracias Rubby. Gracias por ser parte de nuestra historia, de nuestras navidades, de nuestras lágrimas y de nuestras fiestas.

Tu voz no se apaga. Tu música sigue sonando, aquí en Francia, en Estados Unidos, en Panamá, en Madrid… Y cada vez que suene, te vamos a recordar bailando.

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